Hoy, nos reunimos en un lugar que, desde mi punto de vista, será la embajada de Estados Unidos más importante en el mundo.
Esta embajada sirve como un símbolo de la unidad, la integración y la esperanza de América del Norte. Para este tiempo y para las futuras generaciones, nuestras naciones se reunirán aquí para trabajar de la mano para moldear, fortalecer y respaldar esta relación especial.
La embajada es un faro de lo que dos grandes naciones pueden lograr cuando trabajan juntas, lado a lado, hombro con hombro, basándose en valores compartidos y respeto mutuo. Este edificio ha sido construido tanto por trabajadores estadounidenses como mexicanos. Los tres mil 300 empleados que laboran en la Misión de Estados Unidos en México estarán guiados por las decisiones y lineamientos establecidas por las personas en este edificio para nuestro trabajo conjunto con la sociedad de México y los líderes del gobierno mexicano.
Es importante destacar que el 70 por ciento de las personas que trabajan en la Misión de Estados Unidos en México son mexicanos. Ellos trabajan diariamente para fortalecer la relación entre nuestras dos naciones y para servir al pueblo tanto de Estados Unidos como de México.
Este es lo que nuestros pueblos quieren y merecen. Desde mi llegada a México hace más de tres años, he visitado cada uno de los 32 estados y me he reunido con muchas personas: mamás, maestros, estudiantes, jueces, sacerdotes, pequeños empresarios, hombres y mujeres que trabajan todos los días para ganarse la vida, periodistas y líderes del gobierno.
Una y otra vez, el pueblo mexicano me ha impresionado con el alma y la calidez de la grandeza de México. Y, una y otra vez, me han repetido sus esperanzas, miedos y sueños de un México seguro. Un México donde los negocios, tanto pequeños como grandes, puedan prosperar, y los niños, las familias, los estudiantes y todos puedan caminar libremente. Un México donde los periodistas puedan informar sin temor a represalias. Un México donde los corruptos y criminales rindan cuentas y enfrenten la justicia. Como lo he dicho frecuentemente, “Sin seguridad, no hay prosperidad”.
El principio rector en nuestro trabajo conjunto desde que el presidente Joe Biden y yo hablamos sobre servir como embajador de Estados Unidos en México hace casi cuatro años, ha sido trabajar con respeto mutuo a la soberanía de nuestras dos naciones y por el bien de los pueblos en ambos lados de la frontera. Lo he dicho en distintas ocasiones, “respeto con respeto se paga”. Al hacerlo, hemos reconocido que el futuro para el bienestar de los pueblos de ambas naciones se traza a través de un diálogo auténtico y la búsqueda de soluciones conjuntas a nuestros problemas compartidos.
Al estar nosotros hoy aquí, mantengo la esperanza de que el valor del respeto mutuo y el diálogo auténtico sea honrado.
Considero que el papel de una relación bilateral sólida y de confianza es fundamental para un México más seguro y para un Estados Unidos más seguro. Solamente juntos, sólo trabajando lado a lado, con respeto mutuo, este sueño se hará realidad.
Esto es lo que quieren nuestros pueblos, pero no está garantizado. Es fácil perder de vista el increíble progreso que hemos logrado en los últimos años al perdernos en la retórica y las palabras vacías en ambos lados de la frontera.
Juntos, nuestros cimientos son tan fuertes y sólidos como el edificio en el que hoy nos encontramos. Así como juntos hemos construido esta increíble estructura, sigamos en este camino histórico.